jueves, 13 de octubre de 2005

 

McMURPHY: "VON TRIER ES UN HIJO DE UNA GRAN P..."

En una nueva demostración de sus cualidades como especialista en cinematografía, el licenciado Lucas McMurphy analizó y desmenuzó Las 5 obstrucciones, obra de los daneses Lars von Trier y Jorgen Leth, en una conferencia brindada en la Universidad Lumière Schelotto.

Las 5 obstrucciones (2003) es un pseudodocumental dirigido por el célebre Lars von Trier y por el ignoto Jorgen Leth, ambos de origen danés. Si uno ve la obra a simple vista pensará que es un documental, entonces ¿por qué digo que es un pseudodocumental?
En 1967 Jorgen Leth realizó un corto llamado El humano perfecto, con diversas imágenes de un humano hombre y una humana mujer, en algunas actividades cotidianas, como afeitarse, comer o acostarse, acompañados por una voz en off que registra algunas impresiones sobre “el ser humano perfecto”, o bien el ser humano sin nada que lo influya negativamente. En sí, el corto es bastante bueno e interesante (y la danesa está rebuena).
Lo que se deja ver en el film, es que von Trier se encuentra frente a algo así como su ídolo (quizás decidió dedicarse al cine después de ver El humano perfecto), y en los primeros minutos se dedican a hablar del corto de Leth, pero después…
Una cosa que no quiero dejar pasar es que, por supuesto, en la película se le puede conocer la cara a von Trier, algo raro que pase con un director, salvo que sea un mediático como Spielberg o Lucas. El asunto es que este hombre tiene un rostro muy poco confiable, o sea, si fuera vecino de uno, ni en pedo se le presta la máquina de cortar césped porque no la devolverá, o al menos eso es lo que parece. Esta cara de garca hijoputa está muy bien capitalizada en el film, y ya veremos por qué.
En un marco ficticio, que pretende no serlo, von Trier pone a prueba a Leth exigiéndole que rehaga El humano perfecto 35 años después, pero poniéndole algunas trabas u obstrucciones, en cinco oportunidades, quizás estando seguro que podrá superarlas ya que Leth es considerado por von Trier, quizás, como el mejor director que hay (“perfecto”); simultáneamente el múltiple ejercicio o tour de force parte de la base de que El humano perfecto es un film “perfecto”.
A qué nos referimos con obstrucciones. En la primera, se le “ordena” a Leth realizar el corto en un lugar diferente al original escenario danés, un lugar como Cuba, con protagonistas también distintos, en cuanto claro a diferencia étnica, y poniéndole como escollo la limitación técnica: filmar en 12 cuadros por segundo, algo que hace que una película se vea constantemente cortada y provoca en el espectador ganas de pegarle un tiro a la pantalla.
La segunda obstrucción ya se ubica más explícitamente en la locación, “el peor lugar del mundo”, ordena el director de Dancer in the dark (parece mentira), para que su veterano colega viaje semanas después a India. Y ojo con hacer algo que contribuya a mejorar la remake de El humano perfecto, ya que lo que von Trier quiere es que no salga tan bien (en su cabecita pensará “ya sé que mi ídolo puede filmar requetebién, así que veremos si sabe hacerlo… mal”).
La tercera dificultad que se le impone a Leth es “versión libre”, como cuando en la escuela la maestra de plástica venía con fiaca y pedía que hiciéramos “dibujo libre”, y uno no sabía qué carajo dibujar. Así de turro resulta Lars, más o menos como el protagonista de Los inútiles.
En la cuarta el maquiavélico plan queda deliberadamente deschavado: Leth debe hacer una versión de El humano perfecto que resulte Mala. Así es que el pobre hombre (que ya a estas alturas nos damos cuenta que es bueno en serio) decide incurrir en un terreno que le es por completo desconocido, como los dibujos animados.
Por último, lo que tiene que hacer el director de El humano perfecto es… nada. El que dirigirá la obstrucción final será el propio von Trier. Y a ver qué sale.
Uno efectivamente podría pensar que von Trier es un hijo de una gran puta, pero recordemos que lo expuesto en la película es ficción con nombres reales, y que en realidad las 5 obstrucciones a El humano perfecto son ideadas y filmadas por von Trier, y también por el mismo Leth, de común acuerdo. En realidad, bien podríamos estar apreciando una demostración unificada de egos, no del tipo “quién la tiene más grande”, sino “miren que grande que la tenemos los dos”. De ser así, es cierto, la tienen grande; Las 5 obstrucciones es buenísima, dos horas cátedras de Cine.

 

TOP 5: DELINCUENTES PULENTA

(sujeto a modificaciones; siempre se puede ver una con criminales más queribles)

1-BUTCH CASSIDY & THE SUNDANCE KID (George Roy Hill, 1969)
2-THE PROFESSIONAL. El perfecto asesino (Luc Besson, 1994)
3-BONNIE & CLYDE (Arthut Penn, 1967)
4-GOODFELLAS. Buenos muchachos (Martin Scorsese, 1990)
5-DOG DAY AFTERNOON. Tarde de perros (Sydney Lumet, 1975)
bonus track: SNATCH. Cerdos y diamantes (Guy Ritchie, 2000)

viernes, 7 de octubre de 2005

 

McMURPHY: "NO PODÉS DORMIR SI TE BAILAN ENCIMA"


El destacado asesor cinematográfico ofreció sus impresiones sobre el film Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2004), en el salón auditorio de la Facultad de Cinematografía de la Universidad Lumière Schelotto.

Nos encontramos aquí frente a otro “director de videoclips musicales que se dedica a los largometrajes”, tal es el caso de Michel Gondry, experiencia que se observa en varios pasajes de Eternal sunshine of the spotless mind, su segunda película (la primera fue Human nature, de 2002).
El factor básico de la trama es un novedoso proceso neurológico para eliminar determinados recuerdos de la memoria de una persona relacionados a un lugar, una mascota, o una persona, esto último lo que más demandan los clientes (enfermos de “mal de amores” en su mayoría) del centro Lacuna, un modesto consultorio del tamaño que podría tener una .com creada por un par de universitarios. Joel, el personaje interpretado por Jim Carrey (que nuevamente demuestra que es más que un catálogo de muecas), descubre que su novia Clementine (Kate Winslet, que es como esos alumnos que nunca se sacan un 10, pero siempre se anotan con un 9 ó un 9.5) se sometió a dicho proceso, y en base al típico despecho que surge cuando el amor se va desintegrando, decide hacer lo mismo. La mayor parte de la película detalla el borrado mnemónico propiamente dicho, todos los recuerdos referidos a la relación con Clementine, dentro de la mente del protagonista mientras éste duerme… y sueña, por lo que la descripción aparece en formato onírico, tratado por Gondry con bastante originalidad y equilibrado manejo de la complejidad, e incluyendo, como dije recién, elementos que nos recuerdan a algún que otro videoclip musical, no necesariamente hecho por este director.
La historia de Joel y Clementine es sabiamente intercalada, y hasta relacionada, con la de los especialistas “borradores de recuerdos”. Y digo sabiamente porque sino la trama hubiera corrido peligro de caer en la fosa del tedio ya que el nudo del relato se prolonga… no sé si más de la cuenta, pero por ahí anda. Esta historia paralela incluye escenas de un “viaje” estupefaciente de los encargados de borrarle los recuerdos a Joel, que llega al extremo de bailar sobre el durmiente cliente. O sea, que fuera del desvanecimiento de sueños, el guión mantiene el nivel de “realidad distorsionada”, regresando a tiempo al mundo real para el inicio del desenlace.
El guión está a cargo de Charlie Kaufman, también creador de los escritos de Quieres ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999) y El ladrón de orquídeas (Spike Jonze, 2002), entre otras. Por esta seguidilla de argumentos que contribuyen a refrescar la industria hollywoodense (con una sequía de ideas que se evidencia en el constante estreno de remakes), es que Kaufman es idolatrado por la camada de cinéfilos que no habían nacido cuando se estrenó el Episodio VI de Star Wars.

Un pequeño murmullo se produjo en el auditorio…

Sí, chicos, me refiero a ustedes. Está bien que apoyen las ideas nuevas, yo hice lo mismo con Gilliam y Tarantino, pero tampoco se dejen deslumbrar, recuerden a los “falsos profetas”.

El murmullo se convirtió en risas generalizadas.

Para terminar, les cuento que en los últimos años fueron apareciendo películas que también trataron la temática de “la ciencia al servicio de sentimientos y emociones humanas”, como Gattaca (Andrew Niccol, 1997), El sexto día (Roger Spottiswoode, 2000), Vanilla Sky (Cameron Crowe, 2001, remake de la española Abre los ojos) o Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001), siempre con flancos descubiertos en el argumento, quizás por lo dificultoso de la temática misma. En el caso de Eterno… también aparecen esos baches, en la introducción más que nada, sólo que no influyen sobremanera en el resultado final, el cual entrega sobrada satisfacción.
El caso es que este coqueteo cinematográfico con un futuro relativamente cercano que presenta elementos científicos artificiales, íntimamente unidos al aspecto humano, intentando reemplazar a la típica ciencia ficción de extraterrestres, rayos, realidad virtual, guerras de robots y hasta incremento de comodidades hogareñas, de alguna manera hace que le prestemos más atención a las noticias que van apareciendo (a las que el público puede acceder) sobre clonación y otros procesos de dudosa aplicación práctica… y correcta, en manos del ser humano.
¿Preguntas?
Perfecto. Gracias por recibirme, no se paren, por favor. Buenas tardes.

 

McMURPHY: "UNA DE BARQUITOS"

El experto en cinematografía Lucas McMurphy se refirió a la película Capitán de mar y guerra en una conferencia brindada en el liceo militar General George Patton.

El auditorio en donde usualmente se proyectan documentales sobre tácticas y estrategias de combate para las clases de los estudiantes del liceo, esta vez se utilizó como salón de conferencias para que el licenciado McMurphy hiciera su reseña del film protagonizado por Russell Crowe y ganador de dos premios Oscar, Capitán de mar y guerra (Peter Weir, 2003), o como él prefirió llamarlo durante toda la tarde, Master and Commander: The far side of the world. Uno podría pensar que, al tratarse de una película sobre combate, las autoridades de un liceo militar pueden sentirse a gusto disertando sobre ella, pero si uno piensa esto, es que está olvidando la antigua rivalidad entre el ejército y la marina, no sólo en nuestro país sino en cualquier grupo de fuerzas armadas del mundo. “¿Para qué nos viene a hablar de esto?”, protestó por lo bajo un malhumorado general; “Lo dejamos entrar porque proviene de una larga tradición militar en su familia”, explicó un coronel con aspecto de arrepentimiento, “pero me parece que éste salió medio zurdito”, concluyó.
Sin escuchar los comentarios insidiosos, pero haciendo frente a las caras largas, McMurphy inició su charla apuntando que Master and Commander fue “una de las películas estrenadas en los últimos años que más me satisfizo”, también calificándola como “estupenda y fabulosa”. “Claro, si siempre habla de películas viejas”, mencionó en voz baja un joven cadete al que le estaba creciendo su primera pelusa de barba. El asesor cinematográfico también introdujo al film en la categoría de “road movie”, aparte de por supuesto, ser de género bélico.
McMurphy continuó refiriéndose al director de la película, Peter Weir, y a otras grandes obras que llevaron su firma como el drama también bélico Gallipoli (1981), mención que contó con las primeras aprobaciones de su castrense público (“Peliculón”, se escuchó desde un par de lugares), pero que no continuaron al citar otros títulos como La sociedad de los poetas muertos (1989) y The Truman Show (1998), siendo que por ejemplo, el mismo general malhumorado opinó respectivamente de ambos films “Una vergüenza que se reivindique la figura de un profesor bolche” y “El control sobre los civiles nunca está de más”. Otro de los títulos fue Testigo en peligro (1985), pero nadie lo recordaba, hasta que McMurphy nombró a Harrison Ford.
La ponderación hacia Master and Commander continuó haciendo referencia al relato que “nunca pierde ritmo y propone interesantes planteos al protagonista, carismático líder de un grupo humano”, además que “no se apoya en la fuerza de las escenas (cuenta con una gran energía propia), aunque éstas son originalmente excelentes, sobre todo las de combate”. La actuación de Russell Crowe también recibió flores (“siempre es un placer verlo trabajar”, opinión que le valió al cinematógrafo recibir una nueva oleada de miradas de desaprobación). A modo de dato estadístico, McMurphy habló de la premiación de la Academia, con dos Oscars (efectos sonoros y fotografía), como que “podría haberse llevado dos o tres más, pero recordemos que Lord of the rings (Peter Jackson, 2003) barrió con todo”.
A modo de conclusión, McMurphy afirmó que “el final de la película da para una o dos secuelas”, opinando que “ojalá se dé”.
Su partida del recinto se vio acompañada por muy pocos y forzados aplausos, más una acotación a este periodista que realizó un capitán que hasta ese momento no había hablado: “la primera media hora de Nacido para matar, eso es cine, señor”.

jueves, 6 de octubre de 2005

 

UNA CHARLA SOBRE CINE CATÁSTROFE

En una entrevista exclusiva para nuestro medio, el licenciado Lucas McMurphy hizo referencia al film “El día después de mañana” estrenado el año pasado.

-Primero y principal, ¿está buena El día después de mañana? O sea, ya la vimos todos, pero su opinión es muy respetada en el ambiente.
-Está buena, sí, pero sin que le sobre mucho.
-Digamos, 6 ó 7 puntos.
-Una cosa así. Pero para hablar de El día después… hay que hacer referencia a su director, Roland Emmerich, un profesional que, pese a ser alemán, es un típico director “hollywoodense” o “pochoclero”, esto es, sus películas basan su potencia en escenas de acción y efectos especiales, lo cual no es necesariamente malo si se lo hace con talento y calidad (podemos mencionar a James Cameron). Pero aparte de esto, Emmerich es bastante irregular en su filmografía. Tenemos para “todos los gustos”, desde bodrios como Soldado universal (1992) y Godzilla (1998), pasando por elementos muy interesantes como Stargate (1994) y El patriota (2000) hasta una gran película como es Día de la Independencia (1996).
-En una de sus conferencias escuché que calificaba a esta última como excelente, ¿no es una demostración más de “patriotismo demagógico yanqui”?
-No, de ninguna manera. Alguna vez critiqué a Michael Bay por ese motivo, expuse que estaba bien demostrar patriotismo, pero sin zarparse como hacía él en Pearl Harbor (2001). En Día de la Independencia está todo muy bien equilibrado en ese aspecto y en otros tantos a los que me referiré en otra oportunidad. Además, dejémonos de joder, si la película hubiera sido argentina, los extraterrestres volaban a la mierda el 25 de mayo o el 9 de julio, y todos contentos.
-Eso es cierto. Pero vale la pena mencionar una parte muy mala, la de Will Smith pegándole al extraterrestre…
-Sí, “Bienvenido a la Tierra”, lamentable. Pero bueno, volviendo a El día después de mañana, la película está buena (unos escalones debajo de Stargate, por ejemplo), pero tiene una especie de… malformación argumental.
-¿Cómo es eso?
-Claro, es como que la conexión entre el nudo y el desenlace de la historia no está bien construida; le pasa lo mismo a Gladiador (Ridley Scott, 2000), por ejemplo.
-A ver, vamos por partes. La introducción es bastante actual, incluso se menciona el Tratado de Kyoto que Estados Unidos, perdón, Bush, no quiso firmar.
-Correcto. La introducción es el descenso repentino de temperatura de una corriente marina debido al calentamiento global. También ahí tenemos un bache argumental: nunca se explica del todo cómo el proceso de glaciación que supuestamente tardará como mínimo un siglo se produce en una semana. Emmerich compensa con un enorme impacto visual, pero no alcanza, y mucho menos cuando, una vez que todo el hemisferio norte queda congelado y hecho pelota, el guión se queda sin recursos y se centra sólo en la historia personal del protagonista, Dennis Quaid. Es como si para Año Nuevo te comprás nada más que una enorme batería de fuegos artificiales; a las 12:00 la encendés, el espectáculo es hermoso, pero dura un par de minutos. A las 12:05 tus hijos te preguntan “¿no compraste petardos o cañitas voladoras?”. En ese sentido de la “historia particular”, La guerra de los mundos (Steven Spielberg, 2005) tiene un planteo más logrado.
-Sin embargo, hay una parte bastante… pintoresca, cuando Estados Unidos le perdona la deuda externa a México y demás países latinoamericanos para que dejen ingresar a los refugiados.
-Sí, eso está bueno… e irónico. Otra escena graciosa es cuando el grupo en la biblioteca tiene que quemar libros para no congelarse, y dos de ellos se ponen a discutir cuáles obras quemar y cuáles no (“¿Cómo vas a quemar un libro de Nietzsche?”), y finalmente terminan incendiando toda la sección de leyes impositivas. Pero, más allá de esto, creo que la película funciona, más o menos efectivamente, como un llamado de atención desde el punto de vista ecológico, sin llegar al sensacionalismo, sino como un relato puramente ficticio. Y, más allá de los errores, no deja de ser entretenida.
-Se suma al resurgimiento del cine catástrofe en los últimos años.
-Es un subgénero que dio interesantes resultados en la década del ’70, más que nada, con Terremoto, Aeropuerto y todas las de aviones siguientes, Infierno en la torre, Poseidón, por mencionar algunas. En los últimos diez años las mejores fueron Epidemia (Wolfgang Petersen, 1995), Titanic (James Cameron, 1997) y la misma Día de la Independencia; después en Dante’s Peak (Roger Donaldson, 1997), Armageddon (Michael Bay, 1998), El núcleo (Jon Amiel, 2003) o, debemos decirlo, El día después de mañana, lamentablemente el producto deja con las ganas, sea por errores u omisiones. Es una pena, porque en todos los casos el argumento inicial es bastante atrayente. Ahora que recuerdo hay una que está bastante buena y se puede recomendar, La suma de todos los miedos (Phil A. Robinson, 2002), basada en una novela de Tom Clancy, con Ben Affleck heredando injustamente (aunque es su actuación menos mala) el papel que alguna vez interpretaran Alec Baldwin y Harrison Ford.
-Gracias por su tiempo.
-Por favor, es un placer.

miércoles, 5 de octubre de 2005

 

McMURPHY: "¿ES ESTE EL FUTURO?"


El distinguido asesor cinematográfico se refirió a la segunda película de la hija de Francis Ford Coppola, ganadora del Oscar al mejor guión original y el Globo de Oro a mejor película. Su disertación se llevó a cabo de manera sorpresiva en un local céntrico dedicado al karaoke.

Antes que nada debemos afirmar que cuando vemos Perdidos en Tokyo (Lost in translation, 2003) estamos frente a una muy buena película, de las que no salen muy frecuentemente de la industria cinematográfica estadounidense. Primer punto en común que tiene el cine de la novata Sofia Coppola con el de su padre, el maestro FF (¿vieron alguna vez algo parecido a El padrino, Apocalipsis now o La conversación?). En su primera película, Las vírgenes suicidas (The virgin suicides, 1999), ya había demostrado que contaba con talento propio para, lo que comúnmente se llama, “contar una historia”, si bien aquella obra estaba unos escalones debajo de Perdidos…; mientras que su aporte de guión a la triple película Historias de New York (1989, en el segmento a cargo de FF) se encontraba varios metros debajo del sótano.
La historia es sobre dos personas que básicamente se encuentran con un tremendo embole en la capital japonesa, como un fin de semana sin dinero ni salida ni fútbol ni asado, pero multiplicado por mil. Uno es un famoso y cincuentón actor (Bill Murray, el cazafantasmas) al que contrataron para protagonizar la publicidad de un whisky local. Otra es la joven esposa (Scarlett Johansson, la renga de El señor de los caballos) de un fotógrafo que llegó a la tierra del sol naciente acompañando la gira de un grupo musical, pero que dedica todo el día a sus cámaras. Ambos muestran sus mejores sonrisas de diplomático, pero, aunque al principio lleven sus estadías por carriles distintos, se les nota que en sus mentes hay un mismo pensamiento: “no quiero estar acá”.
Como dijimos, Sofia (por razones obvias no la llamaremos por el apellido) sabe cómo relatar una historia, y cómo hacerlo bien, desde el guión y desde detrás de la cámara (su incursión delante de ella en El padrino III no fue muy feliz); nos convence por completo del “no quiero estar acá” de ambos personajes hasta el momento de su encuentro. La diversión de avanzada que supuestamente brinda Japón para locales y foráneos no alcanza a complacerlos, e incluso uno imagina que puede llegar a abrumar (si eso es el futuro, karaoke, videojuegos, aparatos de gimnasia y demás “juguetes” digitales, entonces hagamos mierda todo con un lanzallamas y empecemos de vuelta). El actor no pasa por el mejor momento de su matrimonio, ni de su carrera, y la chica está descubriendo que la vida de casada sin un proyecto de vida propio no es lo que más desea. Los momentos juntos los transportan de sendos tours de force a ese espacio indefinido entre la amistad y el cariño (o amor) que rara vez visitan un hombre y una mujer bajo determinadas circunstancias. Lo significativo de esto (reitero) es que Sofia hace que la historia le llegue al espectador sin recurrir a ninguna de las estratagemas que se suelen usar en las comedias de “hombre conoce a mujer (o viceversa)”. Así que debemos resaltar que este film no es para romanticones que esperan encontrarse con una “hermosa” historia de amor; para eso háganse miembros de los fan club de Meg Ryan o de Sandra Bullock. Esta es una historia de “hacerse el aguante” mutuamente.
Ah, y perdón por lo que dije antes sobre el karaoke, en realidad respeto a los que lo practican, sólo que yo canto muy mal y un día tuve un… pequeño inconveniente cuando intenté interpretar a Frank Sinatra, el público empezó a… fue muy feo. Gracias igual por recibirme esta noche, que les vaya bien.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?