sábado, 10 de diciembre de 2005

 

FILMOGRAFÍA STANLEY KUBRICK


(Un servicio a la comunidad)

FEAR AND DESIRE (1953). Difícil de conseguir; hecha con dos mangos.
KILLER’S KISS (1955). Un boxeador a medio paso del fracaso, una dama en apuros y todo lo demás. También baratita. Y cortita. Y buenita.
THE KILLING (1956). El robo maestro, y un peliculón. Ocean’s eleven, al preescolar.
PATHS OF GLORY (1957). Relato antibélico y antimilitar. El primero.
SPARTACUS (1960). SK se metió en terreno de superproducciones, y también le dio resultado. Y también algo de antibélico.
LOLITA (1962). Dicen que es una de las mejores adaptaciones cinematográficas de una obra literaria. Puede ser, puede ser.
DR. STRANGELOVE (1964). Relato antibélico en forma de sátira (no se puede pelear en el Salón de Guerra!!!). El segundo.
2001: A SPACE ODYSSEY (1968). El género de ciencia-ficción viene con filosofía incorporada en su mejor exponente. Allá arriba.
A CLOCKWORK ORANGE (1971). En mi humilde pero importante opinión, la mejor de SK. Los últimos diez segundos coronan toda la obra.
BARRY LYNDON (1975). Una historia dieciochesca redondita. Un amor de personaje.
THE SHINING (1980). Floja adaptación de la novela del otro SK (Stephen King). Este SK tenía que demostrar que era humano.
FULL METAL JACKET (1987). Relato antibélico, esta vez en Vietnam y con una cómica introducción. El tercero.
EYES WIDE SHUT (1999). El maestro se despide haciendo que Tom Cruise trabaje por primera vez. Buenas noches, y gracias por todo, SK.

domingo, 4 de diciembre de 2005

 

TOP 5: MÁQUINAS Y ROBOTS (a pedido del público)

(sujeto a modificaciones; siempre se puede conocer una máquina cinematográfica más pulenta)

1-HAL 9000 (voz de Douglas Rain, 2001: A space odyssey)
2-MATRIX / AGENTE SMITH (Hugo Weaving, The Matrix)
3-R2D2 (Star Wars. Episodios I, II, III, IV, V, y VI)
4-T-1000 (Robert Patrick, Terminator 2: Judgment Day)
5-ROBOCOP (Peter Weller, Robocop)
bonus track: T-800 (Arnold Schwarzenegger, The Terminator)
mención especial: ANDREW (Robin Williams, The Bicentennial man)

viernes, 2 de diciembre de 2005

 

McMURPHY: "EL MEJOR DISCO DE THE POLICE"


El eximio asesor cinematográfico se refirió a sendas películas sobre inteligencia artificial, obviando a la decepcionante obra de Steven Spielberg, durante un congreso de electricistas dado en el partido bonaerense de Escobar.

Aunque a simple vista no lo parezca, las películas El hombre bicentenario (Chris Columbus, 1999) y Yo, robot (Alex Proyas, 2004) tienen una base argumental no sólo parecida sino idéntica: en ambas se presentan androides de última generación al completo servicio del ser humano, estableciendo sus acciones sobre tres reglas primordiales: obedecer al ser humano, no causar daño y proteger al ser humano, y protegerse a sí mismos sin que esto signifique oponerse a ninguna de las dos reglas anteriores. Como para no sufrir una experiencia apocalíptica del tipo Terminator o Matrix. Ambas películas también están basadas en escritos surgidos de la pluma de Isaac Asimov. Y también, en este sentido nos podemos considerar afortunados, los dos filmes son bastante buenos, a diferencia de A.I. (Steven Spielberg, 2001), en la que SS se queda con el tema a mitad de camino (si Kubrick, que fue el que inició el guión, resucitara, le daría una patada en el culo y volvería a su tumba).
En la primera película, protagonizada por Robin Williams, un robot fuera de serie, con un desarrollo de adaptación superior a todos los de su clase, asimila en forma progresiva (por dos siglos) las características del hombre, desde ganar un sueldo hasta sentir emociones, pasando por tener apariencia humana, que es cuando le vemos la cara al excelente Williams. La interacción del androide con los humanos se desarrolla en forma cordial y amistosa, primero con su dueño original Sam Neill (funciona tan bien de bueno como de villano) y luego con su descendencia, en particular con su hija y su bisnieta. Esto deriva en un objetivo central: el robot quiere ser totalmente humano, aprende a querer… pero todos los que quiere van muriendo mientras él continúa existiendo.
En Yo, robot, que conserva el título de una de las obras más conocidas de Asimov (1950), los robots también están al servicio del hombre, y son mucho menos aparatosos que en El hombre bicentenario (cinco años en el mundo de los efectos especiales es un enorme tramo de tiempo). En este caso, se hace mucho más hincapié en las tres reglas básicas, al punto de que un robot es sospechoso de asesinato, nada menos que del científico creador de la línea robótica. Él mismo es el que formuló la teoría del “fantasma en la máquina” (Ghost in the Machine, como el mejor disco de The Police, el que tiene “Invisible sun”), que también sirve para explicar mejor lo sucedido en …Bicentenario: de alguna manera, se producen anormalidades en los sistemas binarios de los programas electrónicos de los robots y esto puede crear lo que en el (imperfecto) mundo humano se conoce como sueños o pensamientos propios, no basados en el cálculo matemático sino en el sentido común. La interacción inmediata que se presenta en la película con el ser humano es en forma de contrapunto; Will Smith (otra vez presentando su efectivo termómetro humorístico para el cine de acción) es un policía no sólo amante de las costumbres y los elementos del pasado (escucha música de 2004) sino que tiene una desconfianza casi dogmática hacia los robots, que se explica a mediados del film, aunque con algo de retórica. Antes de suicidarse, al menos en apariencia, el científico le deja un enigmático mensaje al policía de Smith (ambos se conocían desde hacía años) pidiéndole que investigue su muerte. Al igual que en …Bicentenario, aparece en escena un robot con capacidades desarrolladas más allá de las propias de su modelo, modelo que casualmente unos pocos días después de la muerte de su creador, será entregado a todos los hogares para tareas domésticas y otras más que sus dueños les deseen asignar. Aquí ya entra en juego el factor corporativo, que tanto había importado en el clásico del género Blade Runner (Ridley Scott, 1982) y en la sádica pero excelente Robocop (Paul Verhoeven, 1987).
Una mención aparte para el director de esta última película, Alex Proyas, uno de esos realizadores que toman un argumento que puede no tener mucho de original, pero se las arreglan para darle una vuelta de tuerca más al tema, con su propia impronta. Proyas es el responsable de El cuervo (1994), que se convirtió en film de culto por tener incluida a la accidental muerte de Brandon Lee; el director se agarró la cabeza pero que igual pudo filmar media película sin el protagonista. Otra obra destacable en su filmografía es Dark city (1998), la “pariente pobre” de The Matrix, no sólo porque tiene una temática similar y un presupuesto muchísimo menor al de la trilogía Wachowski, sino porque se estrenó meses antes y es casi tan buena como la primera de ellas.
El tema de la inteligencia artificial o no humana no es nuevo en la literatura ni en el cine; el antecedente más lejano y reconocido que podemos conseguir es el mismo Frankenstein, que si bien no es un robot mecánico sino un collage de cadáveres, no deja de ser un ser artificial. El objeto siempre es el mismo, “imitar a Dios” diría un extremista, “progreso, confort, bienestar” diría el tipo que nos quisiera vender una de esas latas, “ir más allá…a ver qué pasa, pero siempre conservando el control” diría… alguien. El desenlace de Yo, robot se asocia a lo que dicen el robot T-800 en Terminator 2 (“Está en la naturaleza humana autodestruirse”), y el agente Smith en The Matrix (“El humano es como un virus”): el pensamiento propio robótico aplica las lecciones de Maquiavelo en las tres reglas básicas, más que nada para proteger a los humanos de los humanos mismos. Debemos preguntarnos si esto sería realmente malo, o si es realmente bueno ir más allá y construir elementos que eventualmente se puedan volver en nuestra contra… como le pasó al doctor Frankenstein.
Igual, para hacernos mierda a nosotros mismos, no necesitamos mucha maquinaria, desde la época de los garrotes y las piedras que lo venimos haciendo. Sólo sería apurar un poco las cosas, ¿no? ¿no?
Está bien. No me contesten. Ya me tengo que ir, está por pasar el 60. Buenas tardes.

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