jueves, 6 de octubre de 2005

 

UNA CHARLA SOBRE CINE CATÁSTROFE

En una entrevista exclusiva para nuestro medio, el licenciado Lucas McMurphy hizo referencia al film “El día después de mañana” estrenado el año pasado.

-Primero y principal, ¿está buena El día después de mañana? O sea, ya la vimos todos, pero su opinión es muy respetada en el ambiente.
-Está buena, sí, pero sin que le sobre mucho.
-Digamos, 6 ó 7 puntos.
-Una cosa así. Pero para hablar de El día después… hay que hacer referencia a su director, Roland Emmerich, un profesional que, pese a ser alemán, es un típico director “hollywoodense” o “pochoclero”, esto es, sus películas basan su potencia en escenas de acción y efectos especiales, lo cual no es necesariamente malo si se lo hace con talento y calidad (podemos mencionar a James Cameron). Pero aparte de esto, Emmerich es bastante irregular en su filmografía. Tenemos para “todos los gustos”, desde bodrios como Soldado universal (1992) y Godzilla (1998), pasando por elementos muy interesantes como Stargate (1994) y El patriota (2000) hasta una gran película como es Día de la Independencia (1996).
-En una de sus conferencias escuché que calificaba a esta última como excelente, ¿no es una demostración más de “patriotismo demagógico yanqui”?
-No, de ninguna manera. Alguna vez critiqué a Michael Bay por ese motivo, expuse que estaba bien demostrar patriotismo, pero sin zarparse como hacía él en Pearl Harbor (2001). En Día de la Independencia está todo muy bien equilibrado en ese aspecto y en otros tantos a los que me referiré en otra oportunidad. Además, dejémonos de joder, si la película hubiera sido argentina, los extraterrestres volaban a la mierda el 25 de mayo o el 9 de julio, y todos contentos.
-Eso es cierto. Pero vale la pena mencionar una parte muy mala, la de Will Smith pegándole al extraterrestre…
-Sí, “Bienvenido a la Tierra”, lamentable. Pero bueno, volviendo a El día después de mañana, la película está buena (unos escalones debajo de Stargate, por ejemplo), pero tiene una especie de… malformación argumental.
-¿Cómo es eso?
-Claro, es como que la conexión entre el nudo y el desenlace de la historia no está bien construida; le pasa lo mismo a Gladiador (Ridley Scott, 2000), por ejemplo.
-A ver, vamos por partes. La introducción es bastante actual, incluso se menciona el Tratado de Kyoto que Estados Unidos, perdón, Bush, no quiso firmar.
-Correcto. La introducción es el descenso repentino de temperatura de una corriente marina debido al calentamiento global. También ahí tenemos un bache argumental: nunca se explica del todo cómo el proceso de glaciación que supuestamente tardará como mínimo un siglo se produce en una semana. Emmerich compensa con un enorme impacto visual, pero no alcanza, y mucho menos cuando, una vez que todo el hemisferio norte queda congelado y hecho pelota, el guión se queda sin recursos y se centra sólo en la historia personal del protagonista, Dennis Quaid. Es como si para Año Nuevo te comprás nada más que una enorme batería de fuegos artificiales; a las 12:00 la encendés, el espectáculo es hermoso, pero dura un par de minutos. A las 12:05 tus hijos te preguntan “¿no compraste petardos o cañitas voladoras?”. En ese sentido de la “historia particular”, La guerra de los mundos (Steven Spielberg, 2005) tiene un planteo más logrado.
-Sin embargo, hay una parte bastante… pintoresca, cuando Estados Unidos le perdona la deuda externa a México y demás países latinoamericanos para que dejen ingresar a los refugiados.
-Sí, eso está bueno… e irónico. Otra escena graciosa es cuando el grupo en la biblioteca tiene que quemar libros para no congelarse, y dos de ellos se ponen a discutir cuáles obras quemar y cuáles no (“¿Cómo vas a quemar un libro de Nietzsche?”), y finalmente terminan incendiando toda la sección de leyes impositivas. Pero, más allá de esto, creo que la película funciona, más o menos efectivamente, como un llamado de atención desde el punto de vista ecológico, sin llegar al sensacionalismo, sino como un relato puramente ficticio. Y, más allá de los errores, no deja de ser entretenida.
-Se suma al resurgimiento del cine catástrofe en los últimos años.
-Es un subgénero que dio interesantes resultados en la década del ’70, más que nada, con Terremoto, Aeropuerto y todas las de aviones siguientes, Infierno en la torre, Poseidón, por mencionar algunas. En los últimos diez años las mejores fueron Epidemia (Wolfgang Petersen, 1995), Titanic (James Cameron, 1997) y la misma Día de la Independencia; después en Dante’s Peak (Roger Donaldson, 1997), Armageddon (Michael Bay, 1998), El núcleo (Jon Amiel, 2003) o, debemos decirlo, El día después de mañana, lamentablemente el producto deja con las ganas, sea por errores u omisiones. Es una pena, porque en todos los casos el argumento inicial es bastante atrayente. Ahora que recuerdo hay una que está bastante buena y se puede recomendar, La suma de todos los miedos (Phil A. Robinson, 2002), basada en una novela de Tom Clancy, con Ben Affleck heredando injustamente (aunque es su actuación menos mala) el papel que alguna vez interpretaran Alec Baldwin y Harrison Ford.
-Gracias por su tiempo.
-Por favor, es un placer.

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