miércoles, 5 de octubre de 2005

 

McMURPHY: "¿ES ESTE EL FUTURO?"


El distinguido asesor cinematográfico se refirió a la segunda película de la hija de Francis Ford Coppola, ganadora del Oscar al mejor guión original y el Globo de Oro a mejor película. Su disertación se llevó a cabo de manera sorpresiva en un local céntrico dedicado al karaoke.

Antes que nada debemos afirmar que cuando vemos Perdidos en Tokyo (Lost in translation, 2003) estamos frente a una muy buena película, de las que no salen muy frecuentemente de la industria cinematográfica estadounidense. Primer punto en común que tiene el cine de la novata Sofia Coppola con el de su padre, el maestro FF (¿vieron alguna vez algo parecido a El padrino, Apocalipsis now o La conversación?). En su primera película, Las vírgenes suicidas (The virgin suicides, 1999), ya había demostrado que contaba con talento propio para, lo que comúnmente se llama, “contar una historia”, si bien aquella obra estaba unos escalones debajo de Perdidos…; mientras que su aporte de guión a la triple película Historias de New York (1989, en el segmento a cargo de FF) se encontraba varios metros debajo del sótano.
La historia es sobre dos personas que básicamente se encuentran con un tremendo embole en la capital japonesa, como un fin de semana sin dinero ni salida ni fútbol ni asado, pero multiplicado por mil. Uno es un famoso y cincuentón actor (Bill Murray, el cazafantasmas) al que contrataron para protagonizar la publicidad de un whisky local. Otra es la joven esposa (Scarlett Johansson, la renga de El señor de los caballos) de un fotógrafo que llegó a la tierra del sol naciente acompañando la gira de un grupo musical, pero que dedica todo el día a sus cámaras. Ambos muestran sus mejores sonrisas de diplomático, pero, aunque al principio lleven sus estadías por carriles distintos, se les nota que en sus mentes hay un mismo pensamiento: “no quiero estar acá”.
Como dijimos, Sofia (por razones obvias no la llamaremos por el apellido) sabe cómo relatar una historia, y cómo hacerlo bien, desde el guión y desde detrás de la cámara (su incursión delante de ella en El padrino III no fue muy feliz); nos convence por completo del “no quiero estar acá” de ambos personajes hasta el momento de su encuentro. La diversión de avanzada que supuestamente brinda Japón para locales y foráneos no alcanza a complacerlos, e incluso uno imagina que puede llegar a abrumar (si eso es el futuro, karaoke, videojuegos, aparatos de gimnasia y demás “juguetes” digitales, entonces hagamos mierda todo con un lanzallamas y empecemos de vuelta). El actor no pasa por el mejor momento de su matrimonio, ni de su carrera, y la chica está descubriendo que la vida de casada sin un proyecto de vida propio no es lo que más desea. Los momentos juntos los transportan de sendos tours de force a ese espacio indefinido entre la amistad y el cariño (o amor) que rara vez visitan un hombre y una mujer bajo determinadas circunstancias. Lo significativo de esto (reitero) es que Sofia hace que la historia le llegue al espectador sin recurrir a ninguna de las estratagemas que se suelen usar en las comedias de “hombre conoce a mujer (o viceversa)”. Así que debemos resaltar que este film no es para romanticones que esperan encontrarse con una “hermosa” historia de amor; para eso háganse miembros de los fan club de Meg Ryan o de Sandra Bullock. Esta es una historia de “hacerse el aguante” mutuamente.
Ah, y perdón por lo que dije antes sobre el karaoke, en realidad respeto a los que lo practican, sólo que yo canto muy mal y un día tuve un… pequeño inconveniente cuando intenté interpretar a Frank Sinatra, el público empezó a… fue muy feo. Gracias igual por recibirme esta noche, que les vaya bien.

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