martes, 3 de octubre de 2006

 

HIT THE ROAD, RAY

Lejos del “ciego cool” de Al Pacino en la remake de Perfume de mujer, se ubica la sorprendente caracterización del genial Ray Charles a cargo de Jamie Foxx, uno de esos actores de los que solemos decir “¿a este dónde lo vi?”; y sí, lo vimos en películas dispares como el bodrio de La carnada, la muy buena Un domingo cualquiera (la última denuncia fílmica de Oliver Stone) y más recientemente la gran Colateral. Aparte de esto, lo que muchos no sabíamos, Jamie Foxx también pertenece al mundo de la música, con discos editados y todo. La cuestión es que muchos tomaron su actuación en Ray como una pantomima del músico, cuando es todo lo contrario; todos vimos alguna vez a Charles antes de morir, y siempre tuvo esos movimientos estrambóticos, utilizados desde su infancia para su ubicación espacial a falta de su visión, y acrecentados a partir del síndrome de abstinencia de heroína, y que Foxx no exagera, como tampoco esa cálida sonrisa perpetua que mostraba y su rara voz, que mutaba a brillante apenas se ponía a cantar.
La película se llama simplemente Ray (como Lenny, Anastasia, Ninotchka…) y mantiene un eficiente y veraz relato sobre la vida del músico durante sus años de mayor éxito, y no tanto, ya que es también su época de darse sus buenos saques de heroína. El transcurso de la historia se desplaza en la cómoda línea de tiempo cronológica, año por año, desde la partida de Ray de su Georgia natal, como también pobre y racista, hacia el lejano Seattle cruzando todo el país para dedicarse de lleno a la música (un viaje más o menos como Caleta Olivia – Posadas, salvando distancias), concluyendo con una imagen del verdadero Ray Charles en sus últimos años. Los viejos y nunca bien ponderados flashbacks de complemento muestran su niñez (en la pobreza rural en que los negros eran obligados a vivir), etapa fundamental en su vida ya que dos hechos desgraciados lo dejan marcado: su hermanito muere en un accidente casero, y él pierde la vista por una enfermedad congénita; en la película resulta conmovedor ver cómo su madre le enseña a valerse sin sus ojos. La vía de escape será la propia drogadicción, pero su talento es demasiado grande y por lo tanto meteórica su carrera… ¿les suena a cierto deportista argentino?
El film de Taylor Hackford (El abogado del diablo, Dolores Claiborne, Prueba de vida) demuestra jugosos aciertos en el relato por el tratamiento verídico de los mismos, como el episodio de la creación del tema “What I’d say”, inventado en cuestión de segundos para rellenar un concierto (algo que hace recordar a Amadeus, cuando Mozart, un instante después de escuchar una composición de Salieri, le hace tres variaciones distintas, y las tres mejores que la original), la relación con Quincy Jones, desde que ambos eran dos pelagatos hasta el reencuentro ya en las mieles de la fama, o la escena en la que Charles está componiendo “Hit the road Jack” y menciona “me lo envió Percy”, refiriéndose a Percy Mayfield, el autor del tema.
Hay ciertos cabos en la historia que no quedan del todo atados (como el episodio en el que su más fiel colaborador es acusado de malversación de fondos, o el tratamiento del manejo contractual de su carrera desde la ceguera) pero no influyen demasiado en el resultado final de Ray, que es muy satisfactorio: vemos una buena película y de paso escuchamos música de puta madre.

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