martes, 27 de febrero de 2007

 

EL CHARCO DE SCORSESE




Desde las profesionales palizas y ejecuciones de Buenos muchachos y Casino, hasta las salpicaduras de Toro salvaje, pasando por la nieve manchada de Pandillas de New York, la sangre es protagonista central en las películas de acción de Martin Scorsese, y ese es el tipo de filmes en donde el ítaloamericano se desenvuelve con mayor habilidad y demuestra su talento en el secuenciado de imágenes y la narración de las historias. Algo que igualmente no opaca sus incursiones en comedia, drama y hasta documental.
En su última película, Los infiltrados, reaparecen los charcos y las salpicaduras de sangre, presencia incómoda pero absolutamente necesaria porque, así es la violencia, no es sólo un tipo que cae abatido con un agujero en el pecho. Se trata de la segunda remake que realiza el director, luego de Cabo de miedo, sólo que en esta ocasión la versión original es oriunda de Hong Kong (Infernal affairs, 2002), lugar en donde, a la par del grotesco cine de artes marciales (donde la gente se la pasa saltando y dando vueltas y para derribar a alguien hay que darle no menos de diez patadas voladoras), se desarrolló todo un subgénero de acción y tiros a lo pavote, que por lo general suelen estar acompañados por un carismático guión y entretenido argumento. Como éste. Eso en cuanto a la versión asiática, veamos que ocurre en occidente.
El título no se refiere a otra cosa más que el típico caso del “agente doble” o “topo”, sólo que tratado en viceversa, paralelamente y en su máxima expresión. Un policía (Leonardo DiCaprio) con familiares non sanctos es prácticamente desterrado de la fuerza policial para adentrarse de lleno en el mundo del hampa. Un discípulo (Matt Damon) del más importante jefe mafioso de Boston ingresa a la academia de policía para luego convertirse en el virus huésped que pone sobre aviso a su jefe sobre cada movimiento de la unidad que sigue los pasos del crimen organizado. Peligrosa misión para ambos y mucho más para el policía, que logra ganarse la confianza del rústico y despiadado, aunque con rasgos bonachones, capo local, un Jack Nicholson que despliega el trabajo soberbio que todos esperamos de él. Ambos infiltrados en algún momento sienten la presión de la situación, otra vez, la mayoría del peso cae sobre el personaje de DiCaprio, que en su tercer trabajo junto a Scorsese, ya está totalmente habituado a ponerse el overol. Constantemente la tensión se traslada al espectador, los dos protagonistas se la están jugando por sus convicciones natas, pero vendiendo el alma para ello (el criminal Damon combatiendo crímenes, el policía Di Caprio cometiéndolos). Dicha tensión llega a sus puntos álgidos cuando uno está por descubrir al otro (precedida por una desopilante escena de Nicholson en un cine porno) y cuando ambos personajes se relacionan con la misma mujer… algo que uno de los dos nunca sabrá. O sea, cine del bueno, señores.
Un párrafo aparte merecen los papeles secundarios, el ya mencionado Nicholson, el siempre efectivo Martin Sheen (esta vez dejando de lado su habitual rigurosidad para mostrar la faceta paternalista que su personaje requiere), un Alec Baldwin que en los últimos años se está superando a sí mismo con cada papel que entrega (del antes carilindo “marido de Kim” ya no queda nada, ahora sólo se dedica a pedir pista para consagrarse) y la grata sorpresa de la mejor actuación en la carrera de Mark Wahlberg hasta la fecha; el pasado de estrella pop ya está dos metros bajo tierra, y el actor de carácter fue su sepulturero. Una pena que tenga pocos minutos en cancha en este film donde interpreta a un ácido policía con un sarcasmo afilado como espada ninja.
Se escuchó por ahí que Los infiltrados está realizada al estilo de los policiales clásicos de los ’40 y ’50. Pues sí, y ahí se advierte la mano de artesano del viejo Martin (que con esos anteojotes está mutando a algo similar a Woody Allen); su adaptación a los cambios del ambiente es notable: reemplazando al obeso criminal que no usaba teléfonos de Buenos muchachos, ahora es todo vía celular (los que piensen que el desarrollo de tecnología influye negativamente en una trama de suspenso… se llevarán una sorpresa); no sólo armas y droga se trafica en el mercado negro de hoy, los microprocesadores también tienen un lugar de privilegio.
Una gran película de Scorsese, que no entraría en su top 5 pero sin dudas integraría el top 10. Si bien su mano es reconocible, hay algo distinto en este film con relación al resto de su obra, es como una renovación respecto de sus anteriores historias de gangsters. Bienvenida sea, así les terminamos de tapar la boca a quienes decían que Martin ya estaba más cerca del arpa que de la guitarra.

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