domingo, 20 de abril de 2008

 

LUGAR PARA LOS COEN




Sería fácil decir que “en las películas de los hermanos Coen siempre hay criminales”. Sería más interesante decir que sus personajes suelen estar parados en la línea que separa lo moral de lo inmoral, balanceándose de un lado a otro. El ladrón de poca monta que le roba una beba a un millonario (Educando a Arizona); el despreciable infeliz que hace secuestrar a su esposa para sacarle plata al suegro (Fargo); el convicto que vuelve con su familia sólo para ser noqueado por su nuevo marido (Dónde estás hermano); el pusilánime escritor que es convocado a Hollywood y sufre el síndrome de la página en blanco (Barton Fink); el vago perdedor que es usado por un millonario sosías (El gran Lebowski); el insípido barbero que de buenas a primeras idea un plan digno del mejor cine negro (El hombre que nunca estuvo)… Asimismo, H.I. se convierte en héroe en comparación con sus compañeros de celda y el asesino a sueldo que lo persigue; Jerry queda reducido a gelatina frente a sus peligrosos secuaces y a la implacable policía embarazada; en su odisea Everett logra frenar (aunque en forma fortuita) la corrupción y el racismo, y de paso graba un hit; gracias a su pasividad, Barton se salva de ser forreado por los productores de cine y de ser asesinado por un nazi obeso; el Dude logra liberarse de la banda de actores porno nihilistas, se queda con una linda chica y sigue con su pasión por el bowling; a Ed, sin embargo, el plan de chantajear al amante de su esposa no podría haberle salido peor…
El patrón que se percibe en todos estos personajes y sus circunstancias es que ninguno de ellos es dueño de su destino, al igual que ninguno de nosotros, sólo que es muy poco probable que un acreedor nos orine la alfombra, o en caso de ir a la cárcel nos enamoremos de la mujer policía que saca las fotos. Esta es la enorme chispa de original creatividad que imprimen los hermanos Coen en sus guiones. Y esto es lo que mostraron al volver en su mejor forma con su último largometraje (ganador del Oscar) Sin lugar para los débiles.
Luego de un par de películas inferiores (El amor cuesta caro y la remake de El quinteto de la muerte), no por ser malas sino por estar debajo del handicap Coen, Sin lugar para los débiles se encuentra entre las mejores películas de la dupla… o la mejor, lo discerniremos en un futuro cercano.
La acción transcurre en 1980. Un cazador texano descubre un macabro escenario con varios cadáveres, entre hombres y perros, y sus correspondientes moscas, una camioneta llena de droga… y una valija llena de dinero. El bichito de la codicia se le despierta, así es que sólo le presta atención a lo último. Por supuesto que no sólo a él le desagrada la idea de que dos millones de dólares queden abandonados en el desierto, sino a otras personas… como sus propietarios. A esto sumémosle un despiadado asesino (un Javier Bardem espeluznante, que desagrada hasta cuando sonríe) que también se anota en la lista de los que desean el dinero, y no se detendrá por nada ni nadie. Siguiendo la acción a los tumbos, un comisario a días de su retiro (Tommy Lee Jones), que se espanta y al mismo tiempo se resigna por la violencia y la brutalidad que van cobrando los acontecimientos.
Dicho ámbito de violencia, adornado con un inteligente humor negro, es el terreno donde mejor se mueven Ethan y Joel Coen. Aunque para llegar al desenlace utilizan un camino distinto, en Sin lugar para los débiles el mismo está bastante emparentado con el de Fargo, sólo que con una vuelta de tuerca más reflexiva, tanto que este humilde servidor se tuvo que quedar en el cine cinco minutos después de terminada la película para explicársela a un par de jóvenes que estaban en la misma fila. Para eso estamos, sobre todo si se trata de un excelente film.

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