lunes, 10 de enero de 2011

 

TOP 10: 2010

  1. INCEPTION. El origen (Christopher Nolan)
  2. SHUTTER ISLAND. La isla siniestra (Martin Scorsese)
  3. THE HURT LOCKER. Vivir al límite (Kathryn Bigelow)
  4. UP IN THE AIR. Amor sin escalas (Jason Reitman)
  5. THE SOCIAL NETWORK. Red social (David Fincher)
  6. THE HANGOVER. ¿Qué pasó ayer? (Todd Phillips)
  7. THE GHOST WRITER. El escritor oculto (Roman Polanski)
  8. AVATAR (James Cameron)
  9. ROBIN HOOD (Ridley Scott)
  10. WALL STREET, MONEY NEVER SLEEPS. Wall Street, el dinero nunca duerme (Oliver Stone)

martes, 12 de enero de 2010

 

COOMING SOON...

Muy pronto, el regreso de su asesor amigo.

domingo, 2 de noviembre de 2008

 

TOP 5: ADICTOS


(Sujeto a modificaciones)

1-TRAINSPOTTING (Danny Boyle, 1996)
2-REQUIEM FOR A DREAM. Réquiem por un sueño (Darren Aronofsky, 2000)
3-BOOGIE NIGHTS. Noches de placer (Paul T. Anderson, 1997)
4-THE MAN WITH THE GOLDEN ARM. El hombre del brazo de oro (Otto Preminger, 1955)
5-FEAR AND LOATHING IN LAS VEGAS. Pánico y locura en Las Vegas (Terry Gilliam, 1998)
bonus track: STRANGE DAYS. Días extraños (Kathryn Bigelow, 1995)

martes, 29 de abril de 2008

 

MUSEO DEL CINE. Episodio 9: El acorazado Eisenstein






Apenas menos de diez largometrajes realizó (y le dejaron realizar) el director ruso Sergei Eisenstein, pero eso solo le alcanzó para ubicarse entre los grandes de la historia del cine.
En 1925 Lenin ya había muerto junto a su ideal marxista y Trotsky ya había sido anulado por Stalin. Proveniente del teatro, donde era director de escena, ese año Eisenstein dirige su primera película, Huelga, dentro de la temática de propaganda revolucionaria y popular que “sugería” el Estado soviético. Encargada por el gobierno para conmemorar los veinte años del primer levantamiento comunista contra el zar, la siguiente película de Eisenstein, El acorazado Potemkin (1925), sería su obra maestra y uno de los mejores films de la época muda del cine. En realidad, el proyecto original se iba a llamar 1905, e iba a estar formado por varios capítulos que relatarían los hechos de aquella primera intentona de revolución, pero el director decidió centrarse en el episodio del motín de los marineros del Potemkin, que se sublevan contra sus superiores por obligarles a alimentarse con carne podrida. La película muestra las numerosas innovaciones que Eisenstein pone en práctica para que la filmación y el montaje sean funcionales a la narración de los acontecimientos, donde el protagonista no es uno solo, sino la masa popular. Octubre (1928) describe los sucesos de 1917 previos a la caída del zar Alejandro y la llegada de Lenin y los bolcheviques al poder; asimismo, esta película sufriría la primera de una larga lista de intervenciones de la censura stalinista sobre la obra de Eisenstein (la figura de Trotsky ya no era bien vista así que debió quitar casi todas las imágenes de la película en donde él aparecía). Lo viejo y lo nuevo (1929) trata sobre la tan mentada reforma agraria, manteniendo la temática de colectivismo (aunque esta vez con una protagonista que sobresale de la masa proletaria) y el brillante montaje, pero se debió modificar varias veces el guión por los cambios que se suscitaban mientras tanto en el ambiente agrario.
Entre sus ideas fundadas en el teatro, la principal era el “montaje de atracciones”: a partir de la edición del film, hacer uso de imágenes fuertemente contrastadas para provocar intensas reacciones emocionales en el espectador (alguna vez afirmó que esta técnica funcionaba de una manera similar a la dialéctica de Marx), sumado al intenso uso que hacía del simbolismo y las metáforas, como en la secuencia de Huelga, que alterna escenas de ganado sacrificado en el matadero con trabajadores fusilados por soldados del zar; el mítico cochecito de bebé cayendo por las escalinatas en El acorazado Potemkin (homenajeado por Brian De Palma sesenta años después en Los intocables), o el caballo colgando del puente levadizo en Octubre.
Es interesante saber que con la aparición del sonido en el cine, Eisenstein realizó una gira por Europa y Estados Unidos, donde fue a parar al mismo Hollywood para familiarizarse con las nuevas técnicas sonoras. Fue contratado por la Paramount para filmar proyectos entre los que se incluían una versión fílmica de “La guerra de los mundos” de H.G. Wells, la adaptación de la novela “An American tragedy”, de T. Dreiser, y un guión escrito por el mismo Eisenstein llamado “Sutter’s gold”, pero sus proyectos fueron rechazados por poseer demasiada “conciencia social” y ser “comercialmente inviables”. Así las cosas, Paramount rompió el contrato con el ruso y en noviembre de 1930 el gobierno estadounidense, que ya comenzaba a desagradarle el comunismo, deportó a Eisenstein y sus colaboradores.
Su siguiente destino fue México; su nuevo proyecto, ¡Que viva México!, sobre la revolución en ese país. En un principio fue patrocinado y financiado por el escritor Upton Sinclair, pero éste le soltó la mano a Eisenstein a mitad de camino (vaya a saber por qué) y la película no se pudo completar, aunque más tarde se harían diversos montajes (ninguno hecho por el ruso), dando como resultado un puñado de filmes parecidos entre sí.
Con el nubarrón del infortunio encima, Eisenstein regresa a la Unión Soviética, donde los problemas no lo abandonarán: su visita a Estados Unidos lo convierte en sospechoso para Stalin, por lo que El prado de Bezhin (1937) es atacada de manera impiadosa por la censura y no llega a terminarse.
Sin embargo, su película biográfica sobre el héroe nacional Alexander Nevsky (1938), que había derrotado a una invasión teutona en el siglo XIII (algo similar a lo que Hitler tenía en mente por ese entonces), recibió un enfervorizado apoyo tanto del pueblo como del gobierno, que le entregó una mención honorífica al director. Gracias a dicho apoyo, pudo encarar su siguiente proyecto manteniendo el tópico histórico y nacionalista, una amplia trilogía sobre Iván el Terrible dentro de una mirada más personalista hacia la figura de aquel legendario zar. La primera película (1944) también fue aprobada y premiada, pero la segunda, al mostrar ciertos excesos de Iván similares a los de Stalin (como el uso de policía secreta), fue implacablemente prohibida, confiscada y destruida en muchos de sus fragmentos. Fue la última obra de Sergei Eisenstein dentro de su asfixiante país. Murió en 1948 a los 50 años de edad.
En 1958, ya muerto Stalin, se estrenó lo que quedó de Iván el Terrible II en color.
En 1979 el fiel colaborador de Eisenstein, Grigori Alexsandrov, estrenó ¡Que viva México! en forma de documental.
En 1988 se conocieron 4 minutos, los únicos sobrevivientes, de Iván el Terrible III.
En la actualidad, en todas las universidades de cine del mundo, Sergei Eisenstein es referido como un pionero de la cinematografía, por no decir un genio.

domingo, 20 de abril de 2008

 

LUGAR PARA LOS COEN




Sería fácil decir que “en las películas de los hermanos Coen siempre hay criminales”. Sería más interesante decir que sus personajes suelen estar parados en la línea que separa lo moral de lo inmoral, balanceándose de un lado a otro. El ladrón de poca monta que le roba una beba a un millonario (Educando a Arizona); el despreciable infeliz que hace secuestrar a su esposa para sacarle plata al suegro (Fargo); el convicto que vuelve con su familia sólo para ser noqueado por su nuevo marido (Dónde estás hermano); el pusilánime escritor que es convocado a Hollywood y sufre el síndrome de la página en blanco (Barton Fink); el vago perdedor que es usado por un millonario sosías (El gran Lebowski); el insípido barbero que de buenas a primeras idea un plan digno del mejor cine negro (El hombre que nunca estuvo)… Asimismo, H.I. se convierte en héroe en comparación con sus compañeros de celda y el asesino a sueldo que lo persigue; Jerry queda reducido a gelatina frente a sus peligrosos secuaces y a la implacable policía embarazada; en su odisea Everett logra frenar (aunque en forma fortuita) la corrupción y el racismo, y de paso graba un hit; gracias a su pasividad, Barton se salva de ser forreado por los productores de cine y de ser asesinado por un nazi obeso; el Dude logra liberarse de la banda de actores porno nihilistas, se queda con una linda chica y sigue con su pasión por el bowling; a Ed, sin embargo, el plan de chantajear al amante de su esposa no podría haberle salido peor…
El patrón que se percibe en todos estos personajes y sus circunstancias es que ninguno de ellos es dueño de su destino, al igual que ninguno de nosotros, sólo que es muy poco probable que un acreedor nos orine la alfombra, o en caso de ir a la cárcel nos enamoremos de la mujer policía que saca las fotos. Esta es la enorme chispa de original creatividad que imprimen los hermanos Coen en sus guiones. Y esto es lo que mostraron al volver en su mejor forma con su último largometraje (ganador del Oscar) Sin lugar para los débiles.
Luego de un par de películas inferiores (El amor cuesta caro y la remake de El quinteto de la muerte), no por ser malas sino por estar debajo del handicap Coen, Sin lugar para los débiles se encuentra entre las mejores películas de la dupla… o la mejor, lo discerniremos en un futuro cercano.
La acción transcurre en 1980. Un cazador texano descubre un macabro escenario con varios cadáveres, entre hombres y perros, y sus correspondientes moscas, una camioneta llena de droga… y una valija llena de dinero. El bichito de la codicia se le despierta, así es que sólo le presta atención a lo último. Por supuesto que no sólo a él le desagrada la idea de que dos millones de dólares queden abandonados en el desierto, sino a otras personas… como sus propietarios. A esto sumémosle un despiadado asesino (un Javier Bardem espeluznante, que desagrada hasta cuando sonríe) que también se anota en la lista de los que desean el dinero, y no se detendrá por nada ni nadie. Siguiendo la acción a los tumbos, un comisario a días de su retiro (Tommy Lee Jones), que se espanta y al mismo tiempo se resigna por la violencia y la brutalidad que van cobrando los acontecimientos.
Dicho ámbito de violencia, adornado con un inteligente humor negro, es el terreno donde mejor se mueven Ethan y Joel Coen. Aunque para llegar al desenlace utilizan un camino distinto, en Sin lugar para los débiles el mismo está bastante emparentado con el de Fargo, sólo que con una vuelta de tuerca más reflexiva, tanto que este humilde servidor se tuvo que quedar en el cine cinco minutos después de terminada la película para explicársela a un par de jóvenes que estaban en la misma fila. Para eso estamos, sobre todo si se trata de un excelente film.

miércoles, 19 de marzo de 2008

 

MUSEO DEL CINE. Episodio 8: El nacimiento de la nación cine


Allá por 1915, el legendario director David Wark Griffith, más conocido como D.W. Griffith, revolucionó a la industria del cine con su obra El nacimiento de una nación, sentando las bases del “cómo” filmar películas de allí en adelante. Tal como vemos las películas hace décadas, todo empezó con él.
Luego de filmar casi quinientos cortos (en aquel entonces pocas películas duraban más de media hora) para la productora Biograph, en 1914 Griffith se pasó a la independiente Mutual, que le permitiría filmar una película por año producida por él mismo.
Significativamente, Griffith comenzó a filmar uno de sus primeros largometrajes el 4 de julio de 1914, con un presupuesto de cuarenta mil dólares. La película se llamaría The Clansman, título homónimo del libro en el que está basada. En ella se relatan los hechos de la Guerra de Secesión (sumado a una historia de amor entre una yanqui y un confederado), el asesinato de Lincoln y las posteriores luchas raciales entre los liberados afroamericanos del sur y el recién creado Ku Klux Klan, que en forma controversial (y osada) aparece como “el bando bueno”.
El 8 de febrero de 1915 se estrenó The Clansman, con una duración de dos horas cuarenta minutos (exorbitante duración para la época, por lo que debía proyectarse en dos funciones de dos días seguidos) y un costo final de ciento diez mil dólares, hasta ese momento la más cara de la historia. Ese no fue el único precedente de la película de Griffith, a la que también hay que sumarle sus avances en edición de imagen que apuntan a un desarrollo más narrativo del film, los múltiples ángulos de cámara y los primeros primeros planos (valga la redundancia) de la historia del cine. La banda sonora (obviamente no se escuchaba en la película porque era muda, pero era interpretada por una orquesta en el cine) se convirtió en un hit, el primero generado por una película.
El 3 de marzo fue reestrenada con el nuevo título El nacimiento de una nación, esta vez ya editada definitivamente con tres horas de duración. La entrada costaba la friolera de dos dólares, cuando normalmente los cines cobraban alrededor de ocho centavos… imaginen una entrada de cine en 2008 a 80 pesos. Asimismo, debido a la supuesta “demonización de la raza negra”, la película causó disturbios en varias ciudades donde fue presentada (en Chicago fue prohibida y recién se pudo ver en 1940); un argumento a favor de los que atacaban la película es que la mayoría de los personajes negros eran interpretados por blancos pintados. Sin embargo, a lo que apunta El nacimiento… es que Estados Unidos se fundó a partir del odio y las divisiones entre iguales, algo que, como las técnicas de Griffith, se mantiene en la actualidad.
Por la enorme importancia que cobró el film, posteriormente muchas figuras proclamaron haber actuado en él, sin que haya posibilidad alguna de confirmarlo. Por ejemplo, el gran director John Ford afirmaba que él era uno de los encapuchados del Klan (¿cómo saberlo???).
D.W. Griffith se superaría a sí mismo al año siguiente con Intolerancia, una suerte de respuesta a todos aquellos que criticaron El nacimiento de una nación; pero a diferencia de ésta, fue un fracaso de taquilla.
En 1919 Griffith se unió a Mary Pickford, Douglas Fairbanks (algo así como los Angelina Jolie y Brad Pitt de la década del ’10) y Charles Chaplin para fundar United Artists, para producir largometrajes alejados de los controles de productores y financistas.
Griffith nunca volvería a tener un éxito como el de El nacimiento de una nación, por más que haya hecho unas cuantas películas más de gran calidad (Intolerancia, Lirios rotos, Las dos tormentas). Con la llegada del sonido, su carrera como director llegó a al final. Dirigió un par de películas sonoras y luego fue dejado de lado por la industria de una manera algo innoble. Murió en 1948.

viernes, 29 de febrero de 2008

 

ORO NEGRO, SANGRE ROJA


Principios del siglo XX. Un hombre dentro de un pozo en medio de tierras áridas busca algo que más tarde encontrará: petróleo, que por aquella época era la nueva gran sensación; ahora es la porquería que mueve al mundo.
Así comienza la minimalista pero poderosa epopeya de Daniel Plainview en Petróleo sangriento, la nueva película del minimalista pero poderoso Paul Thomas Anderson.
Cercano al avasallante carnicero Bill de Pandillas de Nueva York (Martin Scorsese, 2002), pero con más poder verdadero (y capitalizado), como el Michael Corleone de El padrino II, Daniel Day-Lewis entrega otra fabulosa actuación, lo que no hace otra cosa que confirmar lo que ya se sabe: es el mejor actor de su generación. El personaje, eje central de su propia historia, hace de su ambición y egocentrismo la coraza que lo protege de las circunstancias de la vida y de los eventuales errores en los que puede caer por su propia ira. El objetivo no es otro que convertirse en un magnate petrolero al que nadie le pueda tocar el culo. Claro que en el camino se las verá con quienes lo intenten, como el joven predicador pueblerino cuyos escrúpulos quizás estén en el mismo nivel subterráneo de Plainview.
En cuanto al director Anderson, al que nos referimos alguna vez en este blog (ver noviembre 2006) entrega su quinto largometraje, manteniendo una calidad cinematográfica que ya no es sorpresa pero sigue emocionando. Respecto a sus trabajos anteriores, en Petróleo sangriento se pueden observar varios quiebres: es su primer película con un guión adaptado de otra obra (la novela Petróleo!, de Upton Sinclair) que no sea su propia creación; acostumbrados a los escenarios intimistas de Magnolia o Noches de placer, vemos también por vez primera un desarrollo tan amplio en escenas exteriores, que le sale perfecto; esta vez, la historia queda fuertemente centralizada en un solo personaje a diferencia de sus trabajos corales y de los relatos simultáneos de los dos tortolitos de Embriagado de amor.
En lo que se mantiene, que es uno de los puntos neurálgicos de la excelencia de sus películas, es en la imperfección de los protagonistas; si el espectador logra alguna empatía con ellos, será con una cierta culpa. Nadie se va a identificar demasiado con un actor porno que se prostituye para comprar droga, o con un actor teatral que destroza al género femenino con las armas de un tratado sociológico, ni tampoco con Daniel Plainview, que presenta en todas las reuniones a un niño como su hijo para mostrar una imagen familiar puramente demagógica.
Finalmente, me permitiré una pequeña profecía: la frase “He abandonado a mi hijo!!!” en labios del iracundo Plainview, pasará a la historia.
Aparte de ser una gran película, Petróleo sangriento es un estupendo retrato de cómo se gestó esta última parte de la historia, y qué herramientas usó el hombre para ello. No las ideales, como de costumbre.

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