lunes, 20 de agosto de 2007

 

VIGENCIA


En estos últimos años aquella premisa que rezaba “segundas partes nunca son buenas” fue perdiendo validez, sobre todo en las secuelas de superhéroes. Así y todo, hablar ya de una cuarta parte no podía significar nada bueno. Hasta que vemos Duro de matar 4.0. Estamos en condiciones de afirmar con toda seguridad que la primera película (John McTiernan, 1988) es una obra maestra del cine de acción, la segunda (Renny Harlin, 1990) se asentaba demasiado en clichés de la anterior (otra vez Navidad, otra vez Holly en peligro, otra vez falta de colaboración policial) y la tercera (McTiernan, 1995) mejoraba bastante la saga pero tenía severos baches en su desenlace (la parte del barco es muy mala). Así y todo, la 2 y la 3 fueron buenas, pero la 4… es mejor!
Ahora John McClane, veinte años más viejo que cuando eliminó a doce terroristas ladrones en un edificio de cuarenta pisos, ya fue merecidamente ascendido a detective y dejó el alcohol, pero sigue divorciado y se lleva mal con su hija, una atractiva joven con un carácter de origen puramente genético. ¿Los terroristas de turno? Ya son modelo siglo XXI; si recuerdan el asalto informático a la torre de control del aeropuerto y lo multiplican por mil, tal vez se acerquen a la peligrosidad de los jóvenes villanos de 4.0, donde los peligros son renovados y le dan la frescura que uno supone no encontrará en una saga de dos décadas de duración; las situaciones y las escenas de acción mantienen el alto impacto, hay autos, helicópteros, un avión, un temible acróbata, una hermosa oriental (sabíamos que John tenía nociones machistas pero faltaba confirmarlas zurrando a alguna perra), todo eso sumado al acostumbrado y gracioso monólogo de McClane cuando la cosa se complica inesperadamente: del “ven a la costa, nos divertiremos todos juntos” de la 1, al “Sólo tienes que ir a buscar a un chico en New Jersey, John. Qué tan difícil puede ser?”. Esta vez los hechos transcurren en más de veinticuatro horas (a diferencia del casi tiempo real de las dos primeras películas), abarcando varios kilómetros de distancia entre los distintos escenarios. Bruce Willis es el "bueno" que amamos ver aporreado, golpeado y lastimado, porque así es como llega a borrar del mapa a los malos.
Ya podemos decirlo: yipi kai yey, John McClane es garantía de calidad.

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