jueves, 23 de noviembre de 2006

 

EL COVER DE SPIELBERG


Antes que nada debo decir que cada vez que veo una película con Dakota Fanning, tengo la paranoica fantasía de que en algún momento de la filmación la pendeja tomará de rehenes a director, guionistas y productores para decir “haremos la película como yo quiera”. Esa nena es una pequeña maravilla que deja como postes a las últimas grandes apariciones infantiles (ahora drogones), Macaulay Culkin y Haley J. Osment. Con casi trece años, y después de haber hecho tándem con grandes como Sean Penn, Robert De Niro o Denzel Washington, lo único que queda por exigirle es que continúe su carrera en su adolescencia y después también, empresa que posee antecedentes peliagudos (como el de Judy Garland), cuando no imposibles (¿sabían que el rubiecito de La historia sin fin 2 terminó sus días ahorcándose?) y hasta desintegrados (la pubertad se llevó para siempre el enorme histrionismo de Shirley Temple), pero confiemos en la contención familiar, que no quede desorientada por tanta fama y dinero.
La niña Fanning coprotagoniza La guerra de los mundos, opus 23 del tío Steven, remake de la película homónima de 1953 y versión fílmica de la célebre novela de H.G. Wells (y que alguna vez el maestro Orson Welles supo aportarle MUCHO realismo en una ya inmortal transmisión radial de 1938). Tercera incursión del director en relatos sobre alienígenas, sólo que esta vez los extraterrestres no se comunican a través de la música ni tienen dedos luminosos con poderes curativos; la historia trata sobre una invasión desde el espacio con exterminación incluida, al mejor estilo Cortés o Pizarro, con la curiosa particularidad de que el ataque se inicia desde debajo de la tierra (explicación: maquinaria extraterrestre se encuentra oculta hace siglos y se activan por descargas eléctricas desde el espacio con pilotos incluidos). La historia se centra en la lucha de supervivencia de un padre divorciado (Tom Cruise) que deberá aprender a hacerse responsable por sus dos hijos nada menos que en el transcurso de una hecatombe mundial.
De más está halagar el despliegue de imágenes que solemos presenciar en las cintas de Spielberg que involucran ciencia ficción (Minority Report) y/o fantasía (Hook); las escenas de destrucción material y eliminación humana son espectaculares, con momentos que hacen recordar a la brillante media hora inicial de Rescatando al soldado Ryan; la fotografía del genial polaco Janusz Kaminski (compañero de emociones de SS desde La lista de Schindler) nuevamente se hace notar, por más que suele costar unos minutitos adaptarse a ella. Pero también debemos mencionar la conformación del nudo de relaciones entre los personajes de la misma familia. Curiosamente en las otras dos “películas de extraterrestres” también se relataba un prólogo de convivencia doméstica con sus respectivos conflictos: la madre divorciada con sus revoltosos hijos en ET, el padre de familia que se resigna a la rutina de Encuentros cercanos… y luego el consecuente quiebre con la aparición del elemento externo (más externo imposible). Spielberg desarrolló esta cuestión familiar con relativo éxito en Atrápame si puedes.
En cuanto a las inevitables comparaciones con la versión de 1953, no hay mucho que agregar: en este caso la remake es bastante más lograda y hasta incluso se podría obviar recurrir a la antigua cinta, aunque, por esas ironías de la vida, la primera superó en un punto a la presente ya que se llevó el Oscar a efectos especiales. Los cincuenta y dos años de diferencia también se hacen notar en la trama, por ejemplo, en la versión de 1953, los protagonistas lograban informarse de la situación mediante las fuerzas militares desplegadas para combatir al enemigo espacial, mientras que en el film de 2005, Tom Cruise recibe valiosos datos de una intrépida periodista y un refugiado con delirios apocalípticos (un sombrío Tim Robbins, cercano al de Arlington Road). Hablando de Tom, éste luce nuevamente bien explotado por Spielberg; tanto en Minority Report como en La guerra de los mundos la sucesión de eventos no le deja espacio para esas sonrisitas de guacho pistola (uno imagina una eventual charla en la que el director le dice “negro, acá se viene a laburar”).
En la columna del debe, podemos anotar que ambas películas caen en los mismos defectos de información incompleta respecto a la amenaza enemiga, y la falta de un quiebre significativo en la odisea de los protagonistas, algo que es muy necesario para que el espectador se inmiscuya del todo en la historia relatada.
Steven Spielberg se convirtió en uno más de los que integran esta desmesurada ola de remakes provenientes de Hollywood, aunque a estas alturas podemos afirmar que es el responsable de la única de estas versiones modelo XXI que en muchos puntos mejora a la original. Una razón más para admirarlo, aunque sea a regañadientes.
Y aguante Dakota Fanning.

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