martes, 12 de julio de 2005

 

McMURPHY: “LOS CLAVOS VAN EN LAS MUÑECAS”



El prestigioso asesor cinematográfico presentó sus comentarios sobre la controversial película “La pasión de Cristo” (Mel Gibson, 2004), que relata las últimas horas de sufrimiento de nuestro Salvador, en los cuarteles generales de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (los mormones, bah)

A continuación se presenta la trascripción de la disertación que brindó el asesor cinematográfico desde el altar del ángel Mormon:

La que me faltaba ver de las que suelo llamar "películas de Dios", La pasión de Cristo, resulta que está muy buena. Es una de esas películas que gustan y no gustan por partes iguales, por ejemplo, desde el punto de vista de la crítica. Alguno dijo que era buenísima y verídica, otros que era horrible (por lo mala o por la explícita violencia). Pero no se puede pedir mucho de los críticos. Algunos también dijeron que era antisemita (esos que si el mozo les trae la comida fría, entonces el cocinero es antisemita, o si tiene que esperar mucho en una fila, el cajero es antisemita, o si reciben una mala noticia por carta, el correo es una corporación antisemita); creo que en cuanto a pintar de mierda a los representantes religiosos judíos de la época se queda algo corta; por ejemplo, no muestra cómo los miembros del Sanedrín contrataron y coimearon batatas para que gritaran "crucifíquenlo", "liberen a Barrabás" o "no al aumento de los pretzels". Toda la cuestión se reduce muy simplemente: un tipo como Jesús le cagaba el negocio a la iglesia judía. Si ahora apareciera un flaco diciendo que es Jesucristo que vuelve para salvarnos, y en realidad lo fuera, la iglesia católica haría exactamente lo mismo, sólo que ahora en vez de látigos con puntas de plomo y mazas con clavos tenemos la “piadosa” inyección letal. Y en una de esas, resucitaría como Keanu Reeves en Matrix.
Mucha violencia, es cierto (quizás pecando de repetitiva), pero personalmente a mí me gusta la veracidad, y así de turros eran los romanos, y el mundo de la época, que tranquilamente te cagaba a piedrazos en medio de la calle hasta que una te daba en el marote, como le pasó al primer mártir cristiano, san Esteban, que murió diciendo "después de tirarme la última roca, métanse esta en la boca". Aunque, como dije, mientras más realista una película épica mejor, comprendo que un ultracatólico como Mel Gibson haya puesto el elemento poético con una cruz entera en el via crucis cuando los condenados cargaban sólo el tronco horizontal (recordemos que no sólo Jesús murió así), que ya bastante pesado era, y los clavos en las manos, cuando en realidad te clavaban en las muñecas, entre los extremos del cúbito y del radio, de esa manera el cuerpo se sostenía colgado (los huesitos de las manos no pueden soportar tanto peso).
Hay un elemento, de los pocos innovadores en una historia que tantas veces se contó, que es la aparición de a ratos de un Satán (¿¡una mujer pálida y calva!?) por entre la multitud, que está bastante bueno en el desarrollo de la película. Otra cosa que me gustó mucho fue que usaran los idiomas originales de aquel entonces (arameo y latín), lo que le habrá provocado numerosas puteadas al director por parte de los actores, eso si no hemos presenciado el playback más grande del mundo. Los flashbacks también están bien ubicados y distribuidos; quizás hubiera convenido arriesgarse un poquito más en ese aspecto...
Probablemente no convenza a ateos y moshes, pero siempre pueden ver La última tentación de Cristo (Martin Scorsese, 1988), que es mejor, los primeros, y la eterna Los diez mandamientos (Cecil B. De Mille, 1956) los segundos, aunque los antisemitas no se comen esa de que el mar Rojo se abrió, más bien piensan que una organización sionista construyó un túnel submarino con materiales robados de galpones fenicios para que el pueblo de Israel llegara a la tierra prometida. Lástima que una vez del otro lado del Rojo, a uno se le cayó una moneda y así es como estuvieron vagando 40 años por el desierto.
¿No hay preguntas? Bueno.
Ustedes hablan castellano, ¿no?
Me llevo una de sus bicicletas porque no tengo para el bondi… bueno, gracias.

El licenciado McMurphy se retira entre numerosas cabecitas rubias aplaudiendo de par en par.

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